Lo importante fue que a la mañana siguiente estábamos en El Bolsón, pueblo hippie y tranquilo, que duerme entre montañas pobladas de Cipreses amarillos en el otoño, que es en la estación en la que estamos. Por supuesto, aquí nos volvemos a encontrar con Amparo y las catalanas, como si del destino se tratase.
Tambien con Hugo, de quién nos habíamos separado por la mañana, 200 kilómetros antes. Con él y su amiga Jazmín nos fuimos a tomar la cerveza artesana típica de El Bolsón. Probamos…unas cuantas, ¡vaya! (picante, de chocolate, frutas,…).
Al día siguiente alquilamos un coche los cuatro visitando el Lago Puelo, el Bosque Tallado y La Casacada Escondida, en donde todos leimos al entrar el mismo cartel de “Cuidado, ladrones”, no le hicios caso; y cuando volvimos al coche nos habían robado las mochilas: Nada imprescindible, pero el resto de la noche se perdió dando parte en la comisaría (habían detenido a un loco que se pasó dos horas golpeando y gritando fuera de sí que lo sacasen de allí).
Para “celebrar el suceso” nos fuimos de parrillada al restaurante “A Punto” (¡sublime churrascada!), y donde el camarero catalán –Oliver- nos invitó a un par de botellitas de cava porque “comparto vuestro sentimiento.
Al día siguiente volvimos con la policía al lugar de los hechos, en acto inútil.
Lo que nos quedaba por ver en este pueblo era la jineteada dominical: Fiesta popular argentina en la que los gauchos montan caballos salvajes. También nos intentaron envenenar con mal vino, y resucitamos con la Carne a la Estaca y el choripán.
Por la noche nos fuimos a Bariloche, donde nos esperaba Belén.
En Bariloche, la conocida Tierra de los Lagos, visitamos el cerro Campanario, el cerro Otto e hicimos una parte del “recorrido chico” (recorrido entre lagos). Estos paisajes se parecen mucho a Suiza, incluso las casas y sus tejados de dos aguas.
Volvemos a toparnos con israelitas en el albergue. Hay muchísimos por aquí. Nos comentan que su gobierno, terminados los dos o tres años de servicio militar obligatorio, les paga un viaje a la Patagonia, o a Tailandia; asi que se pasan el día buscando la manera de pagar lo menos posible en todo lo que hacen, y sorprendentemente ganan a los españoles en este menester. Eso sí, por aquí, la Patagonia extensa, la gente no les tiene demasiado aprecio, tanto por su forma de viajar, como por su carácter cerrado, sobretodo si viajan en grupo.
Se rumorea que no están aquí por casualidad: Existe la teoría subversiva de que Israel está mandando a tanta gente a la Patagonia para incentivarlos a comprar tierras y llegar a crear un estado sionista, en el lugar donde está el bien del planeta que en el futuro será más cotizado: el agua.
En Villa La Angostura visitamos el bosque de los Alerces Milenarios (lo que es curioso debido a que no suelen formar bosques, sino que se encuentran mucho mas esparcidos en el terreno).
Y al día siguiente entrábamos nuevamente en Chile, llegando a Puerto Varas, ciudad vacacional por excelencia de esta parte del país. Conseguimos una buena foto del Volcán Osorno, y vimos las típicas casas de arquitectura germánica que conforman el casco histórico del pueblo.
De aquí nos partimos al día siguiente hacia Chiloé, isla de la parte norte de la patagonia que es como Galicia (quisieron llamarla nueva Galicia, pero el nombre no cuajó), verde, bonita, llena de marisco y dicen que lluviosa. Digo que "dicen" porque a nosotros nos tocó sol en los 2 días que estuvimos. También dicen que Chiloé tiene 2 estaciones: la de invierno y la estación de tre y que acá llueve 13 meses al año. Castro es la ciudad importante de la isla y visitamos las típicas casas construidas sobre el mar, al parecido a Venecia (salvando las diferencias).
Al día siguiente vimos más construcciones típicas en Achao, una de varias islitas, y allá comimos Curanto. El curanto es un plato "endémico" de la zona, consiste en cocinar marisco, carne y verduras, todo junto enterrado y cocinado con piedras calientes. Además pedimos un entrante de erizo, con un sabor a mar era muy intenso.
Dejamos Chiloé con la sensación de que está tierra tiene mucha magia y tesoros por conocer como su cultura propia y la calidez de su gente.
sábado, 12 de junio de 2010
miércoles, 9 de junio de 2010
susto o muete de frío en la frontera
A la mañana siguiente nos levantamos sin ganas de mucho, sobretodo y una indigestión nocturna patatera que no dejó dormir a nadie y obligó a frecuentes paseos al baño y encendiendo todas las luces de la casa por las historias de fantamas que nos contaron el día anterior.
Sin embargo, el resto del día nos lo pasamos muy bien debido a la gente con la que nos fuimos encontrando.
Para empezar, ya de mañana, pidiendo que nos llevasen al pueblo fronterizo de Futalefú (nuestro destino será Bariloche en Argentina) nos llevó un aspirante a conductor de rallies que también llevaba a Hugo, un canario que también está recorriendo todo el continente americano, pero su destino final es Alaska.
Tras 2 horas de espeluznante viaje a 90-100 km por hora por carreteras de gravilla de 1 carril con frecuentes cambios de rasante y curvas cerradas llegamos a Santa Lucía, donde nos apeamos y quedamos medio tirados esperando el autobus que venía de otro pueblo con dirección a Futalefú, aunque sin horario fijo. Allí conocimos a un escritor de libros de viajes, Nacho Docavo Alberti, que estaba recorriendo la carretera austral de norte a sur y estaba tan perdido como nosotros.
Nacho nos enseñó fotos y videos de El Chaltén soterrado hace 2 años por las cenizas del volcán Chaltén que todavía sigue echando humo. Lo más increible es que la gente sigue queriendo vivir ahí, a pesar de que el gobierno haya construido otra ciudad a 100 km de distancia, y se niegue a suministrar electricidad u otras infraestructuras, por considerarlo peligroso.
¿Y a vosotros os afectó el volcán islandés? ¿Porque volvió loco el tráfico aereo, no? POor aquí piensan que "bah, eso son tonterías".
Bueno, pues volviendo al caso, después de horas de espera y cuando intercambiabamos las ideas sobre Chatwin y su libro "Patagonia" aparece el bus. Nos despedimos de Nacho y en el bus conocemos a 2 señores argentinos que desde el primero momento nos creemos que son un duo cómico sacado de "Les Luthiers".
Al llegar a Futalefú nos sorprendió la noticia de que no había bus a Argentina hasta dentro de 2 días. Llevabamos con nosotros a un grupo de israelitas que vínieron en el bus, pero en cuanto supieron que no había bus, se lanzaron a la salida del pueblo a hacer autostop. Así que a nosotros nos quedaba sólo encontrar un transporte o taxi, pero no era fácil, para 5 personas y a 2 horas de cerrar la frontera, nadie se atrevía a llegar hasta el primer pueblo argentino ya que no tendría tiempo de volver. Al final, conseguimos a alguien que nos llevara, al menos, al puesto fronterizo chileno. De allí pasamos andando al puesto fronterizo argentino pensando que allá tendrían el teléfono de un taxista de Trevelín (primer pueblo argentina) pero ...... no lo tenían. Así que allí estabamos 5 adultos a 40 kms del primer pueblo, sin vehiculo y con la frontera cerrada sin poder volver a Chile.
El único coche que pasó llevaba a 2 isrealitas como "paquetes" así que no había mas opciones que esperar que algún taxista viniese desde Trevelín si el conductor del último coche le avisaba. Pero ¿se arriesgaría in taxista a viajar de noche 1 hora para no encontrar a nadie? Si no, quedaba la opción de "dormir" en 1 camping, sin tienda ni saco ninguno de los 5.
Gracias a licor café y algo de comida soportamos el tiempo de espera. Como no llegaba nada de ayuda y sí llegaba el frío, los gendarmes argentinos se "apiadaron" de nosotros y llamaron a un compañero para que nos hiciera de conductor. La diferencia con los gendarmes chilenos es que el argentino es que le "ayudamos" con la "gasolina", es decir, que nos cobró 150 pesos. Lo importante es que llegamos a Trevelín.
La pregunta es, ¿veís a un guardia civil español transportando a 2 españoles y 3 extranjeros que se hayan en la frontera por su irresposabilidad y que les cobre 150 euros? Creemos que la respuesta es no, pero quien sabe.
PD: esa noche dormimos en el mejor hotel de todo el viaje y además, teníamos el desayuno incluido!! un buffet libre!! deluxe.
Sin embargo, el resto del día nos lo pasamos muy bien debido a la gente con la que nos fuimos encontrando.
Para empezar, ya de mañana, pidiendo que nos llevasen al pueblo fronterizo de Futalefú (nuestro destino será Bariloche en Argentina) nos llevó un aspirante a conductor de rallies que también llevaba a Hugo, un canario que también está recorriendo todo el continente americano, pero su destino final es Alaska.
Tras 2 horas de espeluznante viaje a 90-100 km por hora por carreteras de gravilla de 1 carril con frecuentes cambios de rasante y curvas cerradas llegamos a Santa Lucía, donde nos apeamos y quedamos medio tirados esperando el autobus que venía de otro pueblo con dirección a Futalefú, aunque sin horario fijo. Allí conocimos a un escritor de libros de viajes, Nacho Docavo Alberti, que estaba recorriendo la carretera austral de norte a sur y estaba tan perdido como nosotros.
Nacho nos enseñó fotos y videos de El Chaltén soterrado hace 2 años por las cenizas del volcán Chaltén que todavía sigue echando humo. Lo más increible es que la gente sigue queriendo vivir ahí, a pesar de que el gobierno haya construido otra ciudad a 100 km de distancia, y se niegue a suministrar electricidad u otras infraestructuras, por considerarlo peligroso.
¿Y a vosotros os afectó el volcán islandés? ¿Porque volvió loco el tráfico aereo, no? POor aquí piensan que "bah, eso son tonterías".
Bueno, pues volviendo al caso, después de horas de espera y cuando intercambiabamos las ideas sobre Chatwin y su libro "Patagonia" aparece el bus. Nos despedimos de Nacho y en el bus conocemos a 2 señores argentinos que desde el primero momento nos creemos que son un duo cómico sacado de "Les Luthiers".
Al llegar a Futalefú nos sorprendió la noticia de que no había bus a Argentina hasta dentro de 2 días. Llevabamos con nosotros a un grupo de israelitas que vínieron en el bus, pero en cuanto supieron que no había bus, se lanzaron a la salida del pueblo a hacer autostop. Así que a nosotros nos quedaba sólo encontrar un transporte o taxi, pero no era fácil, para 5 personas y a 2 horas de cerrar la frontera, nadie se atrevía a llegar hasta el primer pueblo argentino ya que no tendría tiempo de volver. Al final, conseguimos a alguien que nos llevara, al menos, al puesto fronterizo chileno. De allí pasamos andando al puesto fronterizo argentino pensando que allá tendrían el teléfono de un taxista de Trevelín (primer pueblo argentina) pero ...... no lo tenían. Así que allí estabamos 5 adultos a 40 kms del primer pueblo, sin vehiculo y con la frontera cerrada sin poder volver a Chile.
El único coche que pasó llevaba a 2 isrealitas como "paquetes" así que no había mas opciones que esperar que algún taxista viniese desde Trevelín si el conductor del último coche le avisaba. Pero ¿se arriesgaría in taxista a viajar de noche 1 hora para no encontrar a nadie? Si no, quedaba la opción de "dormir" en 1 camping, sin tienda ni saco ninguno de los 5.
Gracias a licor café y algo de comida soportamos el tiempo de espera. Como no llegaba nada de ayuda y sí llegaba el frío, los gendarmes argentinos se "apiadaron" de nosotros y llamaron a un compañero para que nos hiciera de conductor. La diferencia con los gendarmes chilenos es que el argentino es que le "ayudamos" con la "gasolina", es decir, que nos cobró 150 pesos. Lo importante es que llegamos a Trevelín.
La pregunta es, ¿veís a un guardia civil español transportando a 2 españoles y 3 extranjeros que se hayan en la frontera por su irresposabilidad y que les cobre 150 euros? Creemos que la respuesta es no, pero quien sabe.
PD: esa noche dormimos en el mejor hotel de todo el viaje y además, teníamos el desayuno incluido!! un buffet libre!! deluxe.
lunes, 7 de junio de 2010
DEJÁVU (O "DANDO VUELTAS UNA VEZ MÁS)
El camino a Raul Marin Balmaceda no os lo podemos describir porque viajamos en el interior de la parte trasera de una furgoneta, cubiertos con una lona naranja fosforita. Sólo podemos contaros que fue uno de esos momentos en los que el tiempo pasa muuuyyyyy despacio, que tragamos mucho polvo, y que pasamos las horas entretenidos, sujetando con una cuerda el bidón de 100 litros con el que viajábamos, ya que a cada bache saltaba amenazadoramente.(Por cierto, el dinero que no gastamos en transporte público, nos lo gastamos en lavadora, ese mismo dia).
En la parte delantera, iban cómodamente sentados los “barqueros” que trabajaban en uno de los muchos ferris (“barcazas”) de los que el gobierno chileno dispone para que la población se desplace entre islas o penínsulas, sobretodo donde no llega la carretera.
Raúl Marín Balmaceda es una islita situada en la desembocadura del río Palena. Como parte de la Patagonia ancestral, es un paso al pasado, ya que hasta hace dos años no disponían de carretera que los comunicase con el pueblo mas cercano en tierra firme, solo podían alejarse del pueblo por mar. Ahora por lo menos tienen “carretera” (en España llamado “pista de tierra”), aunque las horas de trabajo de los barqueros para que tu coche pueda pasar de un lado a otro del río incluyen 4 horas de descanso a mediodía, a pesar de que el tiempo de viaje en barca son 5 minutos, y ellos vivan al ladito del embarcadero. En fin, ¡será que sus siestas sí que son sagradas!
En el pueblo, las calles son de arena, y sólo disponen de luz eléctrica –mediante generador- de 8 a 13 y 16 a 23 horas. Pueden solicitar luz extra, pero cada hora mas es una pasta.
Nos habíamos decidido a ir hasta Raul Marin Balmaceda porque en la Junta (pueblo cruce de caminos, por el que hay que pasar para llegar a cualquier otro de la zona, por tierra) habíamos visto un folleto en el que hablaban de rutas de trekking que se podían hacer. Además, desde ahí podríamos saltar a Chiloé, la isla token del turismo chileno.
Asi que vamos a la oficina de turismo, que para nuestra sorpresa todavía está abierta, en comparación con otros pueblos en los que tal servicio ya no funciona, puesto que estamos en otoño, y en la mayoría cierran hasta el verano.
La amable informante nos informa de que hemos perdido el barco a Chiloé, y el siguiente no sale hasta dentro de 4 dias.
- Muy bien, pues informanos de qué podemos hacer aquí…
- Podeis ir hasta la playa, y dar un paseo por ella.
- ¿Y qué rutas de trekking hay?
- En verdad no hay. Hay caminos por los que van los trabajadores, pero no están señalizados, y os perderíais. Es que aquí el turismo está empezando.
- Pero nos habían dicho que había…de hecho, ahí hemos visto un camino…
- Sí, pero no os lo recomiendo: vais a ir entre árboles, hasta que desaparezcan porque es zona de leñadores, y ya está.
- ¿Algo más que hacer?
- Hmmm,…en verdad no, porque aquí el turismo está empezando….
(pausa de varios minutos en silencio, tras la que la informante parece preparada para hacernos una confesión)
En verdad, a la entrada del pueblo hay un lodge que organiza cabalgatas a caballo, pero no paga a la asociación, así que oficialmente yo no sé nada).
- Por lo menos habrá un bar…
- Sí, pero no os va a gustar: es de locales.
- ¿Internet?
- No hay, desde el terremoto se cortó la conexión…
Por lo menos conseguimos una lista de hostales. Preguntamos en un par de ellos, y descubrimos que el regateo no funciona: cada uno tiene claro sus precios, y si te ven dudar, te explican que hay lugares mas baratos, indicándote claramente donde.
Nosotros vamos al que nos han dicho se come mejor, “Melinmollu”. Preguntada sobre si podemos utilizar su cocina, su respuesta sincera es “no lo sé. Nadie me lo había pedido nunca”. Idéntica respuesta obtenemos cuando le preguntamos el precio por usar la lavadora.
Definitivamente, están en la época del preturismo, y visto que el tiempo no acompaña, (¡cómo llueve!) decidimos que un par de días de descanso es suficiente: hay que huir de aquí como sea. Le comentamos a nuestra anfitriona el plan, y ponemos en marcha el dispositivo: Ella se comunica por radio-medio de comunicación habitual del pueblo- para saber si alguien nos llevaría de vuelta a la Junta, y nosotros vamos a los carabineros del pueblo, porque cada vez que sale un coche pasa por allí a preguntar si hay que llevar a alguien.
Como no hay suerte, tomamos la barcaza a un puerto que ya habíamos dejado al Sur, Puerto Cisnes, y nos preparamos para 12 horas de viajes entre fiordos, lobos marinos, cormoranes y películas con las que bombardean a los pasajeros durante todo el camino.
¿Y qué hay en Puerto Cisnes?
En realidad, poco. Una fachada de madera, pero estilo griego, en la biblioteca, una placita muy mona y un mirador. Hicimos kayak, acompañados por un león marino. La Puesta de Sol fue lo mejor.
Al dia siguiente estábamos haciendo autostop a la salida del pueblo (un vez mas, traicionados por el transporte público).
Como buenos autostopistas, estamos cargados de paciencia, y de recursos para afrontar las horas de indecisión, tirados en la carretera.
Aun así, el grado de desesperación va aumentando y queda reflejado en las conversaciones.
- Primeros 30 minutos: diálogos intranscendentes, del tipo “a ver qué suerte tenemos hoy” “cuanto tardaran en cogernos, y hasta donde”.
- Segunda media hora: Planificación, “Y qué haremos cuando lleguemos allí…”
- Más de 1 hora: Comienzan las estadísticas, “Cuántos coches han pasado, cuántos han dicho que sólo van hasta la esquina…¿qué pasará en la esquina??”
- Más de 2 horas: Conversaciones hipotéticas: “Y tu que harías si…” (por ej.: te toca la lotería, nos invadiesen los extraterrestres…)
- Más de 3 horas: Juegos prácticos:( porque estarás muerto de frío). Que si tirar una piedra al aire y darle con otra, que si dibujar mapas en el suelo…
- Mas de 5 horas: Desvaríos conversacionales: Cómo decorarías las casas de tus amigos, mandarías a tus hijos a la escuela pública o privada, calzoncillos bóxer o slip,…
Y justo cuando estábamos entretenidos con palo en mano, planificando la redistribución de la casa familiar, llegó el coche policial que nos llevaría de nuevo camino a…. ¡la Junta! (Menuda manera de estropear nuestro momento creativo).
Por cierto, los gendarmes chilenos nos parecen muy amables, al menos con los turistas. ¿Será Pinochet, que les habrá inculcado el deber de ayuda al viajero?
Donde nos dejan, nos vuelve a parar otro coche a la hora, con cuyas conductoras tenemos una conversación desconcertante sobre fenómenos paranormales, fantasmas vistos en diferentes puntos de la carretera por la que circulábamos, y extrañas luces aparecidas entre los valles.
Al llegar a la Junta, camino al lago Roselot, nos ofrecen llevarnos 5 coches, aunque ahora somos nosotros los que queremos estirar las piernas ¿Dónde estaban cuando los necesitábamos?
En la parte delantera, iban cómodamente sentados los “barqueros” que trabajaban en uno de los muchos ferris (“barcazas”) de los que el gobierno chileno dispone para que la población se desplace entre islas o penínsulas, sobretodo donde no llega la carretera.
Raúl Marín Balmaceda es una islita situada en la desembocadura del río Palena. Como parte de la Patagonia ancestral, es un paso al pasado, ya que hasta hace dos años no disponían de carretera que los comunicase con el pueblo mas cercano en tierra firme, solo podían alejarse del pueblo por mar. Ahora por lo menos tienen “carretera” (en España llamado “pista de tierra”), aunque las horas de trabajo de los barqueros para que tu coche pueda pasar de un lado a otro del río incluyen 4 horas de descanso a mediodía, a pesar de que el tiempo de viaje en barca son 5 minutos, y ellos vivan al ladito del embarcadero. En fin, ¡será que sus siestas sí que son sagradas!
En el pueblo, las calles son de arena, y sólo disponen de luz eléctrica –mediante generador- de 8 a 13 y 16 a 23 horas. Pueden solicitar luz extra, pero cada hora mas es una pasta.
Nos habíamos decidido a ir hasta Raul Marin Balmaceda porque en la Junta (pueblo cruce de caminos, por el que hay que pasar para llegar a cualquier otro de la zona, por tierra) habíamos visto un folleto en el que hablaban de rutas de trekking que se podían hacer. Además, desde ahí podríamos saltar a Chiloé, la isla token del turismo chileno.
Asi que vamos a la oficina de turismo, que para nuestra sorpresa todavía está abierta, en comparación con otros pueblos en los que tal servicio ya no funciona, puesto que estamos en otoño, y en la mayoría cierran hasta el verano.
La amable informante nos informa de que hemos perdido el barco a Chiloé, y el siguiente no sale hasta dentro de 4 dias.
- Muy bien, pues informanos de qué podemos hacer aquí…
- Podeis ir hasta la playa, y dar un paseo por ella.
- ¿Y qué rutas de trekking hay?
- En verdad no hay. Hay caminos por los que van los trabajadores, pero no están señalizados, y os perderíais. Es que aquí el turismo está empezando.
- Pero nos habían dicho que había…de hecho, ahí hemos visto un camino…
- Sí, pero no os lo recomiendo: vais a ir entre árboles, hasta que desaparezcan porque es zona de leñadores, y ya está.
- ¿Algo más que hacer?
- Hmmm,…en verdad no, porque aquí el turismo está empezando….
(pausa de varios minutos en silencio, tras la que la informante parece preparada para hacernos una confesión)
En verdad, a la entrada del pueblo hay un lodge que organiza cabalgatas a caballo, pero no paga a la asociación, así que oficialmente yo no sé nada).
- Por lo menos habrá un bar…
- Sí, pero no os va a gustar: es de locales.
- ¿Internet?
- No hay, desde el terremoto se cortó la conexión…
Por lo menos conseguimos una lista de hostales. Preguntamos en un par de ellos, y descubrimos que el regateo no funciona: cada uno tiene claro sus precios, y si te ven dudar, te explican que hay lugares mas baratos, indicándote claramente donde.
Nosotros vamos al que nos han dicho se come mejor, “Melinmollu”. Preguntada sobre si podemos utilizar su cocina, su respuesta sincera es “no lo sé. Nadie me lo había pedido nunca”. Idéntica respuesta obtenemos cuando le preguntamos el precio por usar la lavadora.
Definitivamente, están en la época del preturismo, y visto que el tiempo no acompaña, (¡cómo llueve!) decidimos que un par de días de descanso es suficiente: hay que huir de aquí como sea. Le comentamos a nuestra anfitriona el plan, y ponemos en marcha el dispositivo: Ella se comunica por radio-medio de comunicación habitual del pueblo- para saber si alguien nos llevaría de vuelta a la Junta, y nosotros vamos a los carabineros del pueblo, porque cada vez que sale un coche pasa por allí a preguntar si hay que llevar a alguien.
Como no hay suerte, tomamos la barcaza a un puerto que ya habíamos dejado al Sur, Puerto Cisnes, y nos preparamos para 12 horas de viajes entre fiordos, lobos marinos, cormoranes y películas con las que bombardean a los pasajeros durante todo el camino.
¿Y qué hay en Puerto Cisnes?
En realidad, poco. Una fachada de madera, pero estilo griego, en la biblioteca, una placita muy mona y un mirador. Hicimos kayak, acompañados por un león marino. La Puesta de Sol fue lo mejor.
Al dia siguiente estábamos haciendo autostop a la salida del pueblo (un vez mas, traicionados por el transporte público).
Como buenos autostopistas, estamos cargados de paciencia, y de recursos para afrontar las horas de indecisión, tirados en la carretera.
Aun así, el grado de desesperación va aumentando y queda reflejado en las conversaciones.
- Primeros 30 minutos: diálogos intranscendentes, del tipo “a ver qué suerte tenemos hoy” “cuanto tardaran en cogernos, y hasta donde”.
- Segunda media hora: Planificación, “Y qué haremos cuando lleguemos allí…”
- Más de 1 hora: Comienzan las estadísticas, “Cuántos coches han pasado, cuántos han dicho que sólo van hasta la esquina…¿qué pasará en la esquina??”
- Más de 2 horas: Conversaciones hipotéticas: “Y tu que harías si…” (por ej.: te toca la lotería, nos invadiesen los extraterrestres…)
- Más de 3 horas: Juegos prácticos:( porque estarás muerto de frío). Que si tirar una piedra al aire y darle con otra, que si dibujar mapas en el suelo…
- Mas de 5 horas: Desvaríos conversacionales: Cómo decorarías las casas de tus amigos, mandarías a tus hijos a la escuela pública o privada, calzoncillos bóxer o slip,…
Y justo cuando estábamos entretenidos con palo en mano, planificando la redistribución de la casa familiar, llegó el coche policial que nos llevaría de nuevo camino a…. ¡la Junta! (Menuda manera de estropear nuestro momento creativo).
Por cierto, los gendarmes chilenos nos parecen muy amables, al menos con los turistas. ¿Será Pinochet, que les habrá inculcado el deber de ayuda al viajero?
Donde nos dejan, nos vuelve a parar otro coche a la hora, con cuyas conductoras tenemos una conversación desconcertante sobre fenómenos paranormales, fantasmas vistos en diferentes puntos de la carretera por la que circulábamos, y extrañas luces aparecidas entre los valles.
Al llegar a la Junta, camino al lago Roselot, nos ofrecen llevarnos 5 coches, aunque ahora somos nosotros los que queremos estirar las piernas ¿Dónde estaban cuando los necesitábamos?
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